• Los padres deben generar un ambiente de confianza, donde compartan que los errores son parte de la vida diaria tanto de los niños como de los adultos.
• La clave está en aprovechar los errores para generar espacios de conversación que aseguren el aprendizaje.
Independiente de la edad que tengamos, una de las pocas certezas que tenemos es que en varios momentos de la vida nos vamos a equivocar. En los adultos, sobreponerse a estas situaciones es más común, pero en los niños los errores pueden generar altos grados de angustia y frustración.
Cuando los padres se preocupan en exceso por evitar que sus hijos se equivoquen, están limitando las posibilidades de que aprendan de sus errores y que sepan cómo enfrentar y revertir situaciones adversas. En cambio, cuando los papás aprenden a contener y a canalizar la frustración de sus hijos, para convertirla en resiliencia y determinación, los niños se nutren de las experiencias, desarrollan su confianza e incorporan nuevas herramientas para encontrar soluciones más creativas y resolver de mejor forma futuros conflictos.
“Así como los éxitos ayudan a que nos sintamos bien, a que mejoremos nuestra autoestima y a que vayamos fortaleciendo nuestra personalidad, los fracasos nos permiten aprender a diferenciar lo que funciona de lo que no, a priorizar según las consecuencias y a desarrollar habilidades para resolver problemas”, explica la directora de Educación de Jardines Infantiles Vitamina, María Luisa Orellana.